En la lista de proyectos que buscaban crear enclaves autosuficientes al margen del Estado hay varios ejemplos. Tenemos el proyecto fallido al norte de San Francisco, Próspera en Honduras o los intentos de seasteading en aguas internacionales. También proyectos hiperbólicos en camino, como Neom, ideas todas que han compartido una visión común: experimentar con modelos económicos radicales y gobernanza alternativa, respaldados por capital millonario y una fe casi ideológica en la innovación sin restricciones, aunque pocas han pasado del prototipo.
Groenlandia parece la próxima parada.
Silicon Valley y la “libertad”. Lo contamos hace unos meses: la administración Trump ha reactivado su ambición de adquirir Groenlandia, pero no solo como objetivo estratégico y geopolítico, sino también como escenario para una iniciativa impulsada por multimillonarios tecnológicos. Hablamos de la creación de una ciudad libertaria de alta tecnología, conocida como “freedom city”. Inspirada en ideales de desregulación extrema y libre mercado, esta visión contempla un enclave autosuficiente dedicado al desarrollo de inteligencia artificial, vehículos autónomos, lanzamientos espaciales, microreactores nucleares y trenes de alta velocidad.
Discusiones. Según reveló Reuters, el plan ya ha sido discutido en privado entre inversores como Peter Thiel, Marc Andreessen y Shervin Pishevar, todos con antecedentes en proyectos similares, y cuenta con el interés explícito de Ken Howery, exembajador ante Dinamarca y figura clave en las negociaciones para la posible anexión o compra de la isla. Howery, cercano a Trump y Elon Musk, ha expresado entusiasmo por el potencial de sinergias culturales y geográficas entre Taiwán, Estados Unidos y Japón, y aunque se negó a comentar sobre los planes, varias fuentes del medio aseguran que su rol sería crucial para avanzar la idea.
Todos los caminos llevan a Groenlandia. La elección de la isla no es casual. Tres veces más grande que Texas pero con apenas 57.000 habitantes, la isla posee vastas reservas de minerales estratégicos, incluyendo tierras raras, y alberga una base militar estadounidense que le confiere un enorme valor geopolítico en el Ártico. Trump ha insistido públicamente en que “debemos tener Groenlandia” y no ha descartado tomarla por la fuerza si Dinamarca se niega a venderla.
De visita. De hecho, su vicepresidente, J.D. Vance, visitó recientemente la base militar junto a su esposa, lo que generó protestas de la población local y duras críticas del nuevo primer ministro de Groenlandia, Jens-Frederik Nielsen, quien consideró la visita como una falta de respeto a la soberanía de la isla. Durante la misma, Vance acusó a Dinamarca de no proteger adecuadamente el territorio de supuestas incursiones rusas y chinas, aunque no aportó detalles concretos.
Mientras, el gobierno danés declinó hacer comentarios sobre los rumores de una ciudad tecnológica financiada por capital privado estadounidense.
Una nueva doctrina. La propuesta de construir una ciudad libertaria en Groenlandia refleja un movimiento ideológico más amplio entre empresarios de Silicon Valley, que desde hace años promueven las llamadas “startup cities” o “charter cities”: enclaves urbanos con mínima intervención estatal, diseñados para fomentar la innovación y la autosuficiencia. Ya contamos el caso de Próspera, y ahora, inspirados en la filosofía del “destino manifiesto” del siglo XIX, sus defensores ven en Groenlandia la oportunidad de abrir una nueva frontera para el experimento americano de expansión y dominio, esta vez en clave tecnológica.
Shervin Pishevar llegó a describir la iniciativa como “el amanecer de un nuevo destino manifiesto”, mientras que Dryden Brown, cofundador del proyecto Praxis, sostiene que Groenlandia es el lugar ideal para construir una ciudad prototipo que sirva como ensayo general para futuras colonias humanas en Marte, en línea con los sueños interplanetarios de Elon Musk. Brown incluso viajó a Groenlandia y ha asegurado que otras compañías le han planteado colaborar en la fundación de esa ciudad. En una publicación en X, escribió: “Debemos construir un prototipo de Terminus en la Tierra antes de partir hacia Marte. Groenlandia es ese lugar”.
Inversores y redes de poder. El impulso detrás de esta ambiciosa propuesta proviene de un grupo consolidado de inversores tecnológicos, muchos de ellos vinculados entre sí a través de proyectos previos. Thiel, Andreessen y Pishevar han invertido en Pronomos Capital, una firma dedicada a financiar ciudades experimentales en países dispuestos a ofrecer condiciones regulatorias especiales. Uno de sus principales asesores, Patri Friedman (nieto del economista Milton Friedman) ha confirmado que varios de sus proyectos están en fase de negociación con gobiernos y que uno, Próspera, ya opera en Honduras bajo un modelo similar (aunque con resultados más bien terribles).
Además, Praxis, respaldado por figuras como Joe Lonsdale y el fondo de Sam Altman, ha recaudado más de 500 millones de dólares para desarrollar una nueva ciudad, y podría canalizar parte de ese capital hacia Groenlandia. Si bien Thiel negó estar involucrado en planes específicos para la isla y Musk no ha comentado al respecto, las conexiones entre estos actores y su interés histórico por proyectos de secesión tecnológica refuerzan la credibilidad de la iniciativa.
Qué le ofrecen a los locales. A diferencia de la retórica de Trump, estos inversores multimillonarios tienen un as en la manga para convencer a la gente de la isla, una donde la explotación haría el enclave un espacio único. Durante una audiencia ante el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado, expertos argumentaron que la costa de Groenlandia alberga una de las mayores concentraciones de minerales críticos del mundo, muchos de ellos previamente inaccesibles por estar bajo gruesas capas de hielo, pero que podrían volverse explotables debido al deshielo causado por el cambio climático y al desarrollo de nuevas técnicas de minería.
Hay más, por supuesto. Para los impulsores del proyecto, Groenlandia no solo es una oportunidad geopolítica, sino también una plataforma ideal para experimentar con tecnologías avanzadas y modelos urbanos del futuro. Los inversores tecnológicos que promueven la creación de una freedom city ofrecen a la población local una visión de desarrollo económico acelerado, basada en la promesa de empleos, riqueza y oportunidades tecnológicas en un entorno de mínima regulación.
Plantean, además, transformar el territorio en un centro global de innovación con industrias de alto valor como IA, energía nuclear limpia, transporte avanzado y exploración espacial, lo cual implicaría inversión extranjera masiva e infraestructura moderna. Además, algunos actores cercanos a la administración Trump han sugerido sustituir los subsidios que actualmente reciben de Dinamarca por pagos directos y mayores beneficios económicos bajo soberanía estadounidense.
El futuro. Qué duda cabe, estas promesas se enfrentan al escepticismo generalizado entre los groenlandeses, que temen una pérdida de autonomía, el deterioro de su cultura y la explotación de sus recursos sin garantías claras de beneficio local.
Con todo, la idea sigue muy viva como símbolo de una corriente cada vez más poderosa: la búsqueda de territorios y estructuras paralelas donde el capital tecnológico pueda ejercer soberanía directa, liberado del control estatal y con la promesa de un futuro reconfigurado por la innovación, la autonomía y la desregulación.
Por ahora, los ejemplos similares no invitan al optimismo.
Imagen | Jensbn
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heliopausa
En EEUU ya hubo un experimento libertario en un pueblo.
Spoiler, salió muy mal.
https://www.bbc.com/mundo/articles/c13mx6kk2pdo
Lo que estos millonarios buscan en una jaula dorada donde hacer y deshacer el destino de los demás para seguir enriqueciéndose sin consecuencias para ellos, y a poder ser con unos muros bien altos y un ejército que los proteja.
nakatsue
Ahi ya no importa el impacto que tengan en la naturaleza de la isla, no??? Los mismos millonarios y filantropos que te hablan de naturaleza, ecologismo y cambio climatico..
gustavogustoso
como les gusta tirar el dinero, anda que no hay avances que podrian financiar de forma filantrópica o construirse una estacion espacial y empezar a colonizar el espacio, mil cosas podrian hacer que aporten a la humanidad, pero no, mejor gastarselo en el último capricho
Emiliano Gonzalez
Salvando el enorme problema de robar el territorio de otro país, no me molestaría para nada que los libertarios de diferentes países se fueran a fundar su utopía fantástica y nos dejaran tranquilos. Hasta les daría la bienvenida después de que fracase. Sería ideal, podrían tener la libertad de fracasar sin dañar sus países.
reiizumi
Me he imaginado a los ricos llevando maquinaria para deshacer el hielo lo antes posible y extaer los materiales, mientras el mundo entero cae ante el nuevo océano.
emedoble
La mayor parte de Groenlandia es un territorio inhóspito y a nadie se le pasaría por la cabeza plantar allí ningun complejo exclusivo.
Con los planes expansión que USA ha hecho públicos con Canadá y Groenlandia, parece que lo que pretenden, además de los recursos minerales o petroliferos, es poder disputarle la hegemonía que Rusia tendrá (por territorio) de la futura ruta comercial maritima polar.